viernes, 14 de mayo de 2010

La primera lluvia

La mujer de la montaña maneja velozmente por el ascendente camino hacia su hogar. El agua de las pozas estalla en sus neumáticos, mientras se pierde en la oscuridad de la noche. La lluvia cae sin tregua. Ni una sola estrella y menos una compañía.
Un perro mojado sale a su encuentro y la mujer de la montaña concluye que nunca se puede estar demasiado solo si hay un sabueso a tu lado.
Apurándose hacia la puerta de la casa y cuidando de no resbalar por el barro, acaricia el lomo de su amigo. El olor a perro mojado la inunda y se pierde tras la puerta principal, dejando atrás aullidos de abandono.
Su llegada en nada afecta el paisaje; quietud inquietante.
Discreta y sin preámbulos se va a la cama. Acostada y con los ojos abiertos, siente la lluvia aumentar su envolvente cantar, una y otra vez. Aquí y allá. Tan sólo eso y nada más.